martes, 11 de enero de 2011

PREGÓN DE LA NAVIDAD 2010




PREGÓN DE NAVIDAD







Ha llegado una de las fechas más importante del año: NAVIDAD y con ella los sueños, las costumbres y las fantasías infantiles.
Es momento de ponerse a preparar todo lo que conllevan estas fechas, reuniones familiares, adornos, regalos, y el eje central para nosotros los católicos: El belén (el nacimiento).
Va a nacer en niño Dios y las islas comienzan a preparar el escenario donde sucedió tan maravillosa efeméride. Cada isla de este afortunado archipiélago ofrece al niño que va a nacer lo mejor que posee.
En el Hierro, el Faro de Orchilla alumbrará más que nunca haciendo señales como aquella estrella de Belén que guió a los Reyes Magos y pastores.
En Lanzarote, la cueva de los verdes, se prepara para servir como humilde morada en la va a acontecer tan gran milagro.
En la Gomera, las laurisilvas se reclinarán más hacia la tierra para preparar el mullido suelo donde descansarán José, María y el niño, y abrigar al buey y la mula que con su aliento calientan el pesebre.
En Fuerteventura, la casa de los coroneles se iluminará para dar cobijo a los miles de campesinos que se acercan a adorar al niño Dios.
En la Palma, el pan de manteca llenará los estómagos de aquellos que cantan los villancicos para adorar al niño que ha nacido.
En Tenerife, el Teide resplandecerá con la nieve, en la que dejan su rastro las huellas de los camellos que llevan a Melchor, Gaspar y Baltasar
Y en Gran Canaria a los pies el Roque Nublo, que dará abrigo a esta escena, todos los que se acercan, dejarán las ofrendas para que a ese pobre niño no le falte de nada.
Nosotros, fieles a nuestras tradiciones, prepararemos nuestros pasteles de carne, que junto con las truchas, son nuestras golosinas, después de una cena en la que no faltará el cabrito o la gallina.



El vino de la tierra sacará de nuestros corazones las canciones de esa noche “Alegría, alegría alegría, alegría alegría y placer, que esta noche nace el niño en el portal de Belén”.
Guitarras, bandurrias, timples y laudes, todos con la emoción y el misterio de esa noche, cantaremos con voz o sin ella, incluso desafinando pero con el corazón en cada estrofa.
Y después…a la misa del gallo.
Las señoras de Flandes (las campanas de la Catedral) ya nos llaman a la misa.
Andrés el ratón, fue a avisar a la calle peregrina a Don Néstor Álamo que iba a comenzar la misa del gallo. Éste le dijo a Andrés el ratón que limpiara sus condecoraciones y lavara sus pies antes de ir a la Catedral y que tenía mucha prisa para avisar a la Perejila de tal acontecimiento.
Y allá fueron. Mientras por los barrios, Pepe Caña Dulce vociferaba con su altavoz, armando tal escándalo que despertó de su ensueño a Rafael Amoniaco, quien se desperezó y exclamó que esa noche no iría nadie al potrero pero que avisaría a Lolita Pluma que mientras vendía sus cigarros y chicles canturreaba un arrorró a sus gatos.
En la Calle del Cano (Casañas el latonero) cantó con aquella voz de barítono su alegría y a la vez que enviaba a su hijo que difundiera la hora de la Misa por todos los comercios del entrono.
En esos días, es costumbre ir a visitar los nacimientos que se hacen en cada rincón de la Isla, ya son cientos, a cual más curioso gracias a la labor de los belenistas canarios y de particulares que con ilusión renuevan cada año su nacimiento.
Entre los de toda la vida, como no destacar el de San Juan de Dios, recuerdo como cada año llevaba a mis hijos a verlo, y de paso caía algún regalo para agradecer aquel nacimiento en el que no faltaba de nada. Lo mismo sucedía con el del Parque San Telmo, recuerdas Pascual cuando junto con el Belén se hacía la recogida de juguetes de la Casa Galicia y de TVE?
Y en los últimos años, ha ido cogiendo cada vez más fuerza el de arena de las canteras, cuando lo veo me imagino en la tranquilidad de la noche miles de cabezas de peces que salen del agua a riesgo de terminar cazados.
También, por estas calles de Vegueta, podemos ver los nacimientos que los pensionistas de San José realizan con tanto celo, bajaremos a la orden del cachorro canario, y a su lado santo Domingo, aprovecharemos después para entrar en calor con un buen chocolate caliente, para seguir hacia La Catedral, y terminar en los franciscanos sin olvidarnos antes de pasar por San Agustín.
No me voy a olvidar, de los diferentes nacimientos del resto de la isla, en cada iglesia o en cada Ayuntamiento uno: saliendo de Artenara vemos el de la iglesia de San Matías, y después podemos parar en Tejeda a tomarnos el primer buchito de café no sin ver el de la Iglesia del socorro, de ahí bajamos a la Aldea ya que nos han dicho que el doña Ana Almeida es digno de ver, y después hacia Agaete, a encargar un buen caldo de pescado y visitar al del amigo Pepín Santana.
No se nos olvide pasar por Guía a encargar un pizco queso de flor para acompañar el caldo y pasar por el nacimiento municipal, y de paso nos acercamos a Gáldar, a coger un poco de resuello con otro buchito de café en la plaza del Apostol, y acercarnos a Sardina a ver el belén viviente; para regresar enseguida, que ya hay hambre, a Agaete.
Con el estomago lleno subiremos a Moya a comprar bizcochos y suspiros para toda la familia, y no perdernos el impresionante nacimiento de Aridane, y para llegar a Arucas, pasaremos por Firgas y Valleseco, donde encontraremos seguro castañas para asar y el nacimiento municipal y el de la iglesia de San Vicente Ferrer.
En Arucas no podemos dejar pasar la visita a San Juan y pedirle salud, amor y dinero, pero claro, nos ayudará mucho el pasar por Telde a comprar algún numerito, y admirar el nacimiento canario de la plaza de San Gregorio.
Ya se ha hecho la hora de merendar y los niños piden truchas de plátano, pues vámonos a Valsequillo que allí en el bar de la plaza de la Iglesia, conozco una gente que cocina estupendamente, y los entretenemos un rato observando el nacimiento de San Miguel y estando allí, bajamos por San mateo a Santa Brígida, a encargar uno de esos vinos que no tiene parangón, sin olvidar sus dos bellos nacimientos municipales.
Se está haciendo de noche, y todavía tenemos que pasar por Ingenio, porque de seguro que el nacimiento del museo de piedra nos volverá a maravillar, y Agüimes, que en Espinales es famoso su belén viviente.
Para llegar así a Santa lucía, y allí cenar mirando al mar una viejita sancochada, para terminar saludando al faro de Maspalomas en San Bartolomé con su nacimiento tradicional y dormir con el arrullo de las olas en Mogán, tras dejar cerrando la Iglesia de San Antonio con su nacimiento.
Me permitirán, que por esa licencia que se nos da al ser abuelos, aunque no pueda compararse con los anteriores, haga mención a que este año he descubierto que hasta los clics de famobil se preparan para ir al portal, rodeados de animales de lo más variopinto, desde las típicas ovejas, a cocodrilos y delfines. Eso sí, no falta ni el castillo de los malos, ni el riachuelo, ni los Reyes y pastores, y como no, ese niño pequeñito en un pesebre al que todos miran con devoción.



Y hablando de ilusiones infantiles, en estos días, mis recuerdos se hacen si cabe más presentes, recuerdo como si fuera ayer que frente a casa, en el antiguo círculo Mercantil preparaban salones grandes, abiertos a la calle (siempre vigilados por Don Federiquito), con los juegos de luces y agua que hacían corren la fantasía de nuestras pequeñas cabecitas.
Desiertos con campamentos de nómadas en torno a un ángel que les daba la buena nueva.
La mujer dando de comer a sus animales.
El campesino arando la tierra.
El niño haciendo sus necesidades…
Aquel castillo de gente mala con Herodes rodeado por soldados por doquier.
Pero al fondo, en el cielo de papel azul con estrellas hechas de platina, una de ellas, la más grande, era la que guiaba a nuestros tres queridos Reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Bajaban de sus tronos para rendir pleitesía al Rey de todos los reyes y con la humildad de los corazones grandes y nobles, llevaban oro, incienso y mirra.
¡Qué grandes los camellos!
¡Qué misterio se veía en esos seres callados que envueltos en sus capas de armiño, atravesaban lentamente el desierto dejándose llevar por la estrella.
¿Qué nos traerán los reyes Magos?
Ya estamos temblando de esa emoción que mezcla el miedo con la incertidumbre, siempre pensando que aunque no nos hayamos portado bien nos traerán los presentes que deseamos…!Tenemos que ponerle comida a los camellos, que vienen desfallecidos!, agua, alfalfa, y a falta de eso, otras golosinas.
Y allá, mucho más allá, un pesebre lleno de luz sobrenatural, donde una mujer (María) contempla ensimismada al niño que duerme entre pajas. San José la arropa y el buey y la mula dejan que sus hocijos asombrados de la escena (que en sus mentes no sabemos si ignorantes) que están contemplando con arrobo.
Ya los ángeles han corrido la voz y todos se van acercando al lugar más pobre e importante de la tierra.
La señora que lavaba en el río a secado un trozo de tela para llevársela al Niño, otro lleva una gallina, el de más allá a cogido la mejor oveja. Y así, unos y otros quieren paliar la pobreza de aquel Niño que no pudo nacer más humildemente.
¡No perdamos tiempo! ¡Hay que plantar alpiste, lentejas…para que sus frutos estén crecidos y hacer las fincas donde vamos a poner las gallinas, las cabritas, los conejos, los burros…
Hay que ir al campo a buscar musgo…
Tenemos que pintar los papeles de tierra, extender la platina reunida durante todo el año para hacer los ríos y el lago donde los patos y los cines nadarán a su antojo.
Que el ambiente huela a truchas recién fritas, a naranjas de la higuera, a retama.
Que no nos falte nuestro nacimiento y junto a él cantemos siempre (aunque nuestros corazones tengan sus tiempos de luz y sombra).
Es tiempo de: alegría, alegría y placer, que va a nacer el Niño en el portal de Belén.
Buenas noches y muchas gracias.


Rosa Maria Jorge Fierro.





Casa de Colón. Las Palmas de Gran Canaria
9 de diciembre de 2010.

PREGÓN DE LA NAVIDAD 2009

Pregón de la Navidad en Gran Canaria

Juan José Laforet

Casa de Colón. Las Palmas de Gran Canaria
2 de diciembre de 2009



En el canto del canario
pongo toda mi garganta
pa cantarle al Niño Chiquito
unas coplitas al alba.

Canta el mirlo,
canta la rana
que el Rey de los Cielos
nos trae la Nochebuena;

cantando y cantando
te vengo yo a traer
dos camisolas y unos pañales
que hoy es día mayor,
es la Navidad.

Caminito del Portal
voy furrugueando mi timple,
al compás de unas chácaras,
que quiero que todos sepan
que ha nacido el Redentor.





Con sonoras campanas,
con trinos y arrullos,
con villancicos y panderetas,
canta Gran Canaria cuando luce la aurora,
que la Luz de los cielos ya ha llegado
y tiene por cuna un hermoso volcán.

Cantan los cuatro vientos,
canta la mañana
cantan pastorcillos y marineros,
cantan los viejos barrios,
pueblos, villas y lugares;
canta el Roque Nublo,
que luce como un lucero,
que anoche, en un pobre pesebre,
con pocos pañales y mucho calor,
ha nacido el Niño Dios.



La Navidad, alzada sobre los siglos, nos llega un año más.
De nuevo nos llega como algo íntimo, personal, ligado al orbe de nuestros sentimientos y recuerdos, pero también como una realidad casi ineludible, engarzada en el día a día de nuestras relaciones familiares, laborales y sociales.
De la Navidad, de las tradiciones que la señalan, de las costumbres que la rodean, de la estética que la envuelve, tenemos una percepción que creemos muy definida, clara y firme en nuestras convicciones y, sin embargo, una y otra vez se nos presenta con ciertas contradicciones, pues su carácter eminentemente religioso, hoy se transforma, en el ámbito de cultura de la globalización, en unas celebraciones de carácter cívico, de celebración de los valores de la solidaridad, la hermandad entre los pueblos del mundo, el amor y la paz.
Pero eso es en el fondo, y junto al hecho religioso en sí, lo que la Navidad, lo que el nacimiento de aquel pobre y sagrado infante, traía consigo como mensaje principal, aunque luego, a lo largo de veinte siglos se lo haya revestido - y, por desgracia, disfrazado muchas más veces de los debido – de muy diversas maneras.
La Navidad hoy en este mundo globalizado por los medios de comunicación y por un consumismo rampante, verdadero santo y seña de una civilización, nos parece una celebración que se festeja y se disfruta de igual forma de norte a sur que de este a oeste. Y puede que sea verdad en una cierta y amplia medida, pues algunas pautas de comportamiento y algunas costumbres se han difundido y han arraigado gracias a esos dos grandes hechos, la comunicación y el consumo, lo que ha permitido que también perdamos la perspectiva de lo que, durante siglos, contribuyó a que esta fiesta, con su mensaje tan sagrado y trascendental, arraigara profundamente en el seno de pueblos y culturas muy distantes y diferentes: su vinculación al conjunto de tradiciones y costumbres de cada uno de ellos, como forma de entender, asimilar y expresar algo que servía para mostrar sentimientos y convicciones muy profundas y propias.
Y es que la Navidad, poco a poco, al rodar de los siglos, se convirtió en una fuente de expresión artística y popular, en especial cuando aquellas antiguas representaciones teatrales en templos, plazas y hogares, conocidas como “autos de nacimiento”, se transformaron en escenas inmovilizadas en figuritas y escenografías de madera, corcho y ciertos elementos naturales, “los nacimientos” ó “belenes”, a cuya implantación contribuyó mucho en tiempos medievales San Francisco de Asís y los frailes que continuaron su obra –quienes posiblemente también los trajeran a nuestra isla, a través de aquel convento franciscano inolvidable, hoy parroquia en la Alameda de Colón-. Poco a poco estas escenificaciones del nacimiento de Jesús de Nazaret tomaron caminos muy diversos, como los rituales, festejos y tradiciones que se imponían junto a ellos, desapareciendo en muchos lugares donde se imponían otras formas, como un árbol lleno de luces ó la advocación a San Nicolás (lo de “Papá Noel”, vino mucho mas tarde y a través de la publicidad comercial de cierta marca de bebidas gaseosas).
En muchas poblaciones europeas los nacimientos llegaron a ser verdaderas obras de arte, ambientados en representaciones de palacios renacentistas, como los afamados belenes napolitanos, o en una estética de lujo orientalista, construidas de forma racional y lógica. Sin embargo, en España, la Navidad, la representación de sus nacimientos, caló muy hondo en lo popular, en lo devocional, y se convirtió en una forma mas de expresión de las diversas manifestaciones culturales y tradicionales de sus pueblos, enraizadas en su propio folclore, que los sintieron como algo propio y emotivo, con un diseño que surgía del corazón, del pálpito de los sentimientos.
Aquí, en Gran Canaria, ocurrió algo similar, por lo que pronto encontramos manifestaciones artísticas y populares, así como usos y costumbres, que nos dan una Navidad con verdadero sabor propio, con un aire isleño peculiar que anuncia los belenes desde la costa a las cumbres, según nos lo relataron en sus crónicas y libros autores como Domingo J. Navarro, Eduardo Benítez Inglott ó José Miguel Alzola, el primero testigo directo de la Navidad isleña del siglo XIX , el segundo a caballo entre los dos siglos y el tercero de la del siglo XX.
Y en todos ellos, en sus recuerdos y en los nuestros, aparecen imágenes evocadoras que nos llevan al viejo Puente Palo a comprar musgo y helechos para el nacimiento –algo que también rememoré el pasado domingo 29 en esa magnífica iniciativa de un mercadillo de de venta de figuras y complementos para el Belén, en fin, lo que en otros lugares se conoce como “mercado de Navidad”, en la trasera de la Catedral, auspiciado por la nueva Asociación Canaria de Belenistas “San Juan de Dios” que sigue la ruta del inolvidable belenista grancanario D. Jorge Lorenzo Rivero-, a que retorne a nuestros oídos las notas inconfundibles de la Misa Pastorella del Maestro Valle en la Misa del Gallo en la Catedral, al aroma de los viejos obradores que, desde finales de noviembre, ya horneaban sabrosísimos pasteles de carne, ó a que surja en nuestros corazones un indeleble “cantar de Navidad”.

Caracola a caracola
por la orillita del mar,
arrulla la brisa
al niño chiquito
que nos trae la Navidad.

De los pinares a las medianías
el jilguero canta sin cesar,
es medianoche
y el Rey de los Cielos
ya está en este isleño Portal.
Vereda, veredita,
llévame a mi también,
que ha nacido la esperanza
en un Portál de Belén.

Por la isla y por la mar
vienen corriendo para adorar
al Niño Jesús marinero
que ya quiere navegar.

Caracola a caracola
por la orillita del mar,
arrulla la brisa
al niño chiquito
que nos trae la Navidad.


Y es que en estas fiestas, en Gran Canaria, se percibía a flor de piel una inquietud especial en niños y mayores; no era cuestión de grandes compras, o de regalos, que entonces se daban sólo por Reyes, sino de la expectación que se creaba ante unos días que se vivirían de forma muy diferente y que, desde noviembre, ya anunciaban los "ranchos de cantadores" por las calles de muchos pueblos y localidades, y que, como nos dice el propio Domingo J. Navarro, “en toda la temporada de Pascua (…) cantaban romances con panderos, repiqueteo de asadores, sonajas o cascabeles…”. Un ambiente íntimo, sentido, que nos reflejó deliciosamente Luis García de Vegueta en una de sus crónicas:
“El nerviosismo de los chicos presagiaba la época de construir el nacimiento.
-¿Empezamos ya, papá?
Una y otra vez el padre habría de recomendar paciencia. Aún estaba lejos la Navidad.
- Todavía no; ya les avisaré”.

Y es que aquí los nacimientos comenzaban a montarse alrededor del día de la Inmaculada, y se diseñaban y se instalaban en muchas casa, en una labor que congregaba a toda la familia; se utilizaba musgo fresco, raíces de cañas, algunas plantas y piedras, así como los corchos, el papel cartón, y las figurillas que, generación tras generación, daban vida al "nacimiento" familiar estaban confeccionadas, muchas de ellas, por artesanos isleños desde siglos atrás, como las modeladas en Teror en el siglo XVIII, con vestimentas usuales en la isla por aquel entonces, que hoy son parte de una colección singular de D. José Miguel Alzola que ahora podemos disfrutar expuesta en el Museo Diocesano. Luego se visitaban las casas de amigos y parientes para ver sus nacimientos, así como los que se mostraban en algunas iglesias, instituciones y plazas, entre ellos el del Hospital de San Lázaro, el del Hospital de San Martín y ya mucho más avanzado el siglo XX el del Parque de San Telmo y el de la Casa Asilo de San Antonio, o los de afamados belenistas particulares como D. Santiago Tejera, Doña Juanita Wood en Triana, Don Francisco Manrique en Vegueta, D. Juan Melián en el comienzo de la calle de Los Balcones –cuya tradición continúa en la actualidad espléndidamente su hijo Gonzalo-, o los de D. Antonio Montenegro, D. Juan Francisco Apolinario, en su casa de la Playa de Las Canteras, o el de Doña María Bornay de Beltrá, entre una larga saga que contribuyeron a que esta afición arraigara enormemente en la isla, y que todos siguieran siendo, como ya señalara D. Domingo en sus “Recuerdos…”, “objeto de continuas entradas y salidas para satisfacer la curiosidad hasta el día de la Candelaria que terminaba el largo visiteo”, siendo centro y motivo principal de lo que era la Nochebuena isleña:

Nochebuena, Nochebuena
alegría en el telar;
silencio en el establo
que va a nacer el Niño
y los pañales aún no están.

Por la montaña de Las Palmas
trota un borriquito,
viene de Los Tirajanas
camino de Bandama,
y de mucho mas allá;
viene con prisa
que va a nacer el Niño
y le quiere acompañar.

En la Atalaya
la vaca muge inquieta;
por el Monte, entre lentiscos,
los canarios despiden la tarde;


el timple
presiente la Nochebuena,
en que va a nacer el Niño
y le tendrá que cantar.

Nochebuena, Nochebuena,
entre viñedos y parrales
proclama la medianoche
que el Niño Dios ha nacido
¡María, que ya es Navidad!

Al pregonar y proclamar hoy que ya llega la Navidad del año 2009, que ya se abren los nacimientos, que “todo canta con amor en estas Islas Canarias al Niño Dios Redentor”, y celebrar la constitución de la nueva Asociación Canaria de Belenistas “San Juan de Dios”, en recuerdo y homenaje de esta congregación hospitalaria que, desde hace décadas también nos ofrece un espléndido nacimiento, que hace las delicias de todos y muy especialmente de los niños que atienden y educan en su centro, que vemos coronando las laderas que bordean el sur de esta capital, y donde este año también montará su nacimiento la nueva Asociación belenista, debemos tener un especial recuerdo para un belenista destacado, D. Jorge Lorenzo Rivero, que montaba su nacimiento con magníficos efectos de luces y sonidos y que, año tras año, llevaba a muy diversos lugares en el Puerto, en la calle Mayor de Triana, en la de Viera y Clavijo, en el centro comercial de Las Rehoyas o en las instalaciones de INFECAR; siempre preocupado por colaborar con otros belenistas, con los que compartía sus técnicas y conocimientos, logró establecer una Asociación de Canaria de Belenistas, gracias a la cual pudo recuperar el tradicional nacimiento del Parque de San Telmo, que entorno a 1994 llevaba ya casi 10 años sin montarse, siendo muy echado de menos por toda la población, y hasta logró que se llegara a publicar una primera “ruta de los belenes”, que fue muy seguida. D. Jorge Lorenzo Rivero, siempre amable y servicial, se nos fue a su eterno nacimiento, el 17 agosto de 2002, pero nos dejó una estela y una semilla que hoy fructifica de nuevo en el seno de los belenistas isleños. Ante los destellos de la luz que nos dejó con su obra y quehacer belenista se nos enciende ahora la de una radiante “farola de Navidad”:

¡Farola marinera!
agita tu mano
que ya llega la nochebuena.

Olas cantarinas,
las espumas como sendero,
entre arrullos de caracolas
y los cantares del viento,
la barquilla pesquera,
como cuna mecida incesante
en la inmensidad de la mar,
de Lanzarote al Hierro,
de La Gomera a La Palma,
lleva y trae pastorcillos de coral
en este belén marinero.

¡Farola de la medianoche!
tintinea con fuerza tú luz
que ya viene por los caminos
en su tierna desnudez,
un niño marinero;
el Niño bendito de la Navidad.

También eran, y son, ingredientes fundamentales de las Navidades isleñas la música y la gastronomía.
En lo musical podemos resaltar la existencia de muchísimos villancicos de aire netamente canario, unos anónimos y otros con música y letras de afamados compositores y poetas insulares, entre ellos Teobaldo Power o Santiago Tejera, así como composiciones sacras, entre ellas la seguidísima “misa pastorella” del maestro Bernardino Valle, que se escuchaba en la Catedral de Canarias cada Nochebuena y se repetía el Día de Reyes. Tampoco al pregonar la navidad laspalmeña podemos dejar de resaltar como el que fuera el primer gran poeta canario, Bartolomé Cairasco de Figueroa, de quién el próximo año se conmemorará solemnemente el 400 aniversario de su fallecimiento, acaecido en octubre de 1610, también fuera el primer gran compositor de villancicos isleños; este culto sacerdote era un músico notable, autor de chanzonetas y madrigales; había sido cantor de la Catedral, y muy posiblemente era tañedor de tecla y rabel. Ocupó cargos eclesiásticos cada vez más importantes, llegó a ser Secretario y Maestro de Ceremonias de la Catedral, en cuyo ámbito acogía con especial énfasis las de Navidad.
Por ello, en el entorno de este barrio veguetero, en el que él también Cairasco vivió y disfrutó la Navidad, a la vera misma de la Catedral de Canarias, cuando los integrantes de la Agrupación Musical La Trastienda ya disponen sus instrumento para regalarnos con bellas canciones propias de este tiempo que hoy proclamamos y ellos contribuirán a pregonar, no es extraño que en nuestros labios brote el murmullo de un nuevo villancico:

¡Inmensa noche oscura!
Murmullo de timples
eucaliptos al viento,
entre viñas y lagares
ya suenan los panderos.
Del arrabal surge el grito
fecundo de frío y llanto,
de la fuente
sólo emana la alegría.
La cuna de dorada y fina arena,
el sonajero de latón
y la Madre que entona el arrorró.

¡Niño, en Canarias
también has nacido!
Aquí oro, incienso y mirra
no tenemos,
pero si una alpispa
que te arrulle en Nochebuena.

¡Inmensa noche oscura!
Canción de cuna
que se perdió
después de
no haber sido hombre.



Sangre que corre
por el barro cocido
en el fuego de los sueños
bajo el horno de la noche

¡Niño, en Canarias
también has nacido!



En lo gastronómico recordar simplemente, cuando ya todo proclama que las fiestas navideñas llaman a las puertas, ventanas y postigos, por Vegueta y Triana, por La Isleta y San Cristóbal, por muelles y caminos, por viejas calles y modernas avenidas, que nunca la sencillez de la gastronomía restó brillantez a las celebraciones navideñas, pues, además, “los días de Pascua hasta Reyes eran de obligados y recíprocos banquetes”, en los que siempre resaltaban, a parte de la cazuela de gallina, el cabrito, ó algún cordero lechal, los pasteles de carne, el queso de cabeza de cerdo, las truchas de batata ó de cabello de ángel, los dulces de almendras en sus diversas variedades insulares ó incluso los arquetípicos “huevos moles”, el mazapán de Tejeda y los biscochos de Moya.
Si ya en la navidades de 1953 el cronista Luis Benítez Inglott resaltaba como “ahora, en los tiempos que vivimos son muy distintas las características del día de Navidad en nuestra urbe”, que no podríamos decir cuando nos adentrarnos en el cauce del siglo XXI. Sin embargo, pese a que todo ha cambiado muchísimo, a que el consumismo y las formas globalizadotas también han dibujado el escenario de nuestro acontecer cotidiano, creo que en el trasfondo de todo ello, en el fondo de los corazones de los grancanarios, bulle aún un sentir de siglos, un pálpito de tradiciones isleñas, una llamada íntima que con nuestro cantar anuncia y felicita la Navidad grancanaria.

Caracolas de plata, lucecitas del cielo,
¡Gran Canaria es un Belén!
De la costa a la cumbre
se escuchan ya cantares
que el Rey de los Cielos va a nacer.



La campana de El Palmar,
entre trinos y arrullos,
con sentires isleños
y aromas de playas y pinar,
anuncia la nochebuena,
con su Luz de la Navidad.

Ayer y hoy de unas celebraciones propias y universales, de unas fiestas en las que debe prevalecer, junto a lo religioso, el espíritu de amistad, de entendimiento, de identificación con las propias costumbres, el valor que se daba a los buenos deseos, la falta de interés material. Recordar el ayer nos ayudará a percibir mejor la Navidad actual, tan llena de hábitos y pretensiones que no se ajustan a su verdadero sentido, al menos aquel que aprendimos de nuestros mayores y ellos de los suyos a lo largo de cinco siglos de historia isleña; hábitos, tradiciones, costumbres, el carácter y el sentir de una isla que de nuevo puede verse reflejado en muchos de las magníficos nacimientos que vuelven a engalanar el paisaje del alma isleña cada Navidad en Gran Canaria, en Las Palmas de Gran Canaria, pero también en Telde, en Teror, en Arucás, Guía y Gáldar, en Moya y en Agaete, donde los belenistas en amplios espacios públicos, o en la intimidad del hogar, retoman floreciente esta honda tradición isleña, que ellos mismos, como asociación revivirán en una “ruta de los belenes”, en moderna versión de aquel “visiteo” que nos rememoraba Domingo J. Navarro.
Como expresión de lo pregonado, del tiempo de ayer y de hoy, a la vez que felicitación propia de estas fiestas que, en estos días, dan sus primeros pasos del 2009, con hermosas y sugestivas antesalas en la fiestas de la “Caña Dulce” de Jinámar, en la de “Los Labradores” en Los Tirajanas, o la llegada de
la “Reina de la Luz” (que aquí decimos “Lucía Sueca”), los versos de un villancico deben ser siempre el mejor pregón del tiempo de la Navidad en Gran Canaria.

Camino de la Cuevita
van San José y María,
barranca, barranquita,
caminan a prisa que viene el día.

Entre trinos y arrullos
en la cunita cunera,
duerme ya Jesús con los suyos;
¡ay! luna, lunita cascabelera.

Con cuatro pañales y mucho amor,
beletén, gofio y agua en la talla,
los pastorcillos cuidan por La Atalaya
del Niño Dios Redentor.



Gran Canaria, luz de los cielos
campanillas de la mar,
llega la Nochebuena por el Nublo,
que esta noche pregonera, en Vegueta,
ya se canta a la Navidad.

Juan José Laforet.
Casa de Colón. Las Palmas de Gran Canaria
2 de diciembre de 2009.